Calzadilla de la Cueza-Sahagún (20,7 kilómetros)
Una de las
caminatas más llevaderas de este Camino es la que nos lleva a Sahagún. Tramos
así siempre los hay, porque todos los recorridos no son igual de esforzados, ni
igual de intrincados. Esta etapa atraviesa varias poblaciones, que se nos presentan
siguiendo un andadero que transcurre paralelo a la N-120 casi sin solución de
continuidad: Lédigos, Terradillos de Templarios, Moratinos y San Nicolás del Real Camino. Y como ya
sabemos, esto, en el Camino, siempre se agradece y en especial cuando apenas
encontramos naturaleza con la que guarecernos del sol.
Salimos de
Calzadilla muy temprano tras un desayuno más bien frugal. Casi tres horas
después, nos detuvimos en Moratinos,
en un bar muy agradable regentado por extranjeros a la entrada del pueblo. Poco
después, vadeamos el río Valderabuey y pisamos por primera vez tierra leonesa,
pero el paisaje no cambiaría: páramo y llanura. Por allí resulta fácil perderse
cuando no sabes interpretar los signos, las señales del Camino, porque
entonces somos incapaces de descubrir el sendero correcto. En la vida nos pasa
igual. Y, a veces, hasta pretendemos aconsejar a otras personas, sin reparar en que, para ayudar a
otros a encontrar su camino, como nos recuerda Kevin Hall (en El poder de
las palabras), antes debes de conocer el tuyo.
Un rodeo
forzado casi al final del tramo, con Sahagún a la vista, nos llevó hasta la
ermita de la Virgen del Puente, a orillas del río Cea. Aunque con cierta
cutrez, fue una grata sorpresa, que nos permitió tañer la campana del oratorio y
pedir un deseo. Pero más que pedir por que nuestros problemas fueran más
fáciles, rogamos por ser más fuertes. También pedimos permiso para equivocarnos
sin castigarnos ni torturarnos mentalmente. Advertimos entonces que la noche
anterior habíamos leído a Bernardo
Stamateas (en Emociones tóxicas).
En Sahagún, la ciudad de San Facundo,
pernoctamos en el Hostal Domus Viatoris,
también albergue de peregrinos si decides entrar por la puerta trasera, y donde
nos volvió a sorprender cierto bullicio. Pero la acogida fue estupenda, y allí
almorzamos y, después de tomarnos algunas copas en la plaza
Mayor, también cenamos. Sahagún es un pueblo monumental, que presume además de Semana Santa. Sobresalen
las iglesias casi gemelas de San Lorenzo y San Tirso, de ese singular estilo
que es el románico-mudéjar, con sus torres de ladrillo de tres cuerpos, así
como los restos del monasterio benedictino que dio origen a la ciudad (arco y
torre del Reloj). Nos acostamos pronto, comenzábamos a vislumbrar la meta del
nuevo camino.
Me gusta mucho tu diario del Camino. Saludos
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