Durante el primer tercio del
diecinueve, siempre que el culto público de la Semana Santa [de Santa Cruz de La Palma] puede celebrarse (sobre
todo durante los periodos absolutistas), no salen más que las procesiones que
ya lo hacían en el siglo precedente, todas de día y con pocas novedades en el
plano artístico, esto es: la procesión de las Palmas, el Domingo de Ramos por
la mañana; la Oración en el Huerto,
ligada al Venerable Orden Tercera (v.o.t.),
sin los apóstoles dormidos (desde 1814) y con la imagen barroca de Marcelo
Gómez Carmona (ca. 1733), el Lunes Santo; la Negación de San Pedro y Jesús Preso [con las imágenes de Estévez a partir de 1822]vinculada a la
cofradía de sacerdotes de San Pedro, el Martes Santo; el Nazareno
y la Dolorosa, en la procesión del «Encuentro»
con la hermandad de Jesús Nazareno, el Miércoles Santo; la histórica procesión
de la Vera Cruz, con el Crucificado y
la Virgen de la Soledad, la mañana
del Viernes Santo (a las seis de la mañana desde 1785, por estar prohibido
hacerlo por la noche); y la del Santo Entierro, de la
que se ocupa desde el segundo tercio del siglo xviii
la cofradía del Santísimo Sacramento, la tarde de ese mismo día. No sale procesión alguna el
Jueves Santo.
Los pasos siguen siendo transportados
por cargadores remunerados (o a colación), también llamados peones de trono, y
llevan el acompañamiento musical de costumbre, probablemente el mismo de siglos
atrás: una capilla o grupo de chirimías, con músicos o ministriles también
retribuidos. Asimismo se incluye la interpretación de algún motete. En el Libro de cuentas de la cofradía de San
Pedro, en tiempos de la mayordomía del presbítero Manuel Phelipe, se hace constar
el siguiente pago para el Martes Santo de 1813: «…un peso los peones del trono:
dos duros los músicos: medio tostón al que llevó el biolón (sic) para el motete…». Estas anotaciones
se repiten de modo similar en años sucesivos hasta 1842: «...por dos pesos la
música de la procesión del Martes Santo… Dos pesos cuatro reales plata seis
cuartos colación y demás para los cargadores… Seis reales plata al mozo de
Iglesia y peón que ayuda… Medio tostón al mozo que lleva el violoncelo...».
Aún en el marco de la Década ominosa,
en 1830 visita la isla el primer obispo de la nueva diócesis nivariense, Luis Folgueras Sión
(1825-1847), en cuya visita, que se extiende hasta agosto de 1832, resalta la
solemnidad, el esplendor litúrgico y la concurrencia con que se celebra la
Semana Mayor en Santa Cruz de La Palma, convertida de facto en la sede
episcopal de la diócesis. Asiste el Domingo de Ramos a toda la función: bendice
y distribuye las palmas, va en la procesión y está en el sermón y misa mayor.
El Jueves Santo pontifica el Santísimo, consagra los santos óleos, efectúa el
sermón general e indulgencias, lava los pies, y lleva en la procesión el
Santísimo Sacramento hasta el monumento. Las procesiones las ve desde el balcón
de su palacio, incluida, de madrugada, la de Resurrección.
Precisamente durante esta visita
pastoral, el sustituto del fiscal de la isla, Francisco Fierro y Sotomayor,
dirige un largo escrito al prelado en el que denuncia, entre otros
contenciosos, excesos y altercados, un «escándalo irreligioso» que había
sucedido en la procesión del Santo Entierro de 1827 por la insignia o
estandarte que debía presidir la misma, si la gavia o insignia del pueblo
(pendón) o la cruz alta de la comunidad de Santo Domingo, de donde partía el
cortejo. El párroco de entonces, Antonio del Castillo y Gómez (que actuaba como
vicario de ausencias, por el temporal destierro del padre Díaz) resuelve
finalmente a favor de la insignia civil, cuyos defensores alegaban que era la
costumbre. Contenciosos similares se plantean entre los hermanos de la Vera
Cruz, erigidos en representantes del pueblo, y los de la Orden Tercera y los
sacerdotes de la cofradía de San Pedro, que también se recogen en la misiva y
en otros libros, como el contencioso que entablan la
cofradía de la Santa Vera Cruz y la Orden Tercera de Penitencia de San Francisco en
1824 respecto a la Purísima o en 1829 sobre las propiedades de las imágenes de
Nuestra Señora de la Concepción y de los Dolores que se veneraban en la capilla
de la Vera Cruz, así como por el lugar que debía ocupar en las procesiones la
manga de la Cruz de esta sobre la de aquella, y que resuelve el obispo
Folgueras a favor de la Vera Cruz.
Sometidas, en cualquier caso, a
un mayor control político, con escasos recursos y un reducido número de
hermanos, en el convento de San Francisco continúan activas, en relación con la
Semana Santa, las cofradías de la Santa Vera Cruz y la Venerable Orden Tercera
franciscana y en Santo Domingo, la
Venerable Hermandad de Jesús Nazareno y la cofradía del Rosario. En la
parroquial de El Salvador prolongan su actividad la cofradía sacerdotal de San
Pedro Apóstol, que dispone de nuevas constituciones desde 1816, y la cofradía del Santísimo
Sacramento. La mayoría de ellas se ocupa de las cinco procesiones (aparte de
la de los palmitos y la de Pascua) que configuran el entonces culto externo de
la Semana Santa capitalina.
*Extracto de nuestro libro La Ciudad y la Pasión (Cartas Diferentes Ediciones, 2016)
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