Una de las zonas más desconocidas de la capital de la isla es la que
comprende el entorno del que fue convento dominico de San Miguel de las
Victorias, hacia el sur de la ciudad, hoy revalorizado por las mejoras
efectuadas en las calles de San Telmo y Virgen de la Luz, y en varios inmuebles
de primer orden.
Nuestro paseo, siempre por calles empedradas o adoquinadas, se inicia en la
coqueta plazoleta de La Luz sobre el puerto de Santa Cruz de La
Palma. En ella se puede observar una de las mejores panorámicas del puerto
palmero, atracadero de excepción en tiempos de los Austrias, al configurarse
aquella como un balcón-risco sobre ese espacio, que se cierra con un muro
almenado. Preside la plazoleta la ermita de San Telmo, edificada
por los mareantes antes de 1551, y reconstruida entre 1675 y 1680 por su
Cofradía, fundada en 1591. Con una bella balconada en la fachada principal, su
retablo mayor, del siglo XVII, es obra de considerable interés, probablemente
del escultor Andrés del Rosario. De auténticas joyas podemos calificar el
galeón de San Telmo, una sin par representación de una nave procesional trasunto
de un galeón español del siglo XVII, y la imagen titular del templo, la Virgen
de la Luz, efigie del siglo XVIII atribuida a Juan Manuel de Silva.
Nos dirigimos, entonces, hacia el mentado exconvento dominico, bajando la
reacondicionada calle de San Telmo. Si queremos -y si además tenemos suerte-,
podemos hacer un primer descanso en el Centro Asturiano de La Palma,
un pequeño recinto regional donde se reúne la colonia astur de la isla y donde
se pueden probar los mejores platos del Principado, acompañados de un culín de
sidra, o bien disfrutar de la paz y el sosiego que imperan en la cercana plaza
de El Tanquito. En la calle de San Telmo, aparte de excelentes representaciones
de casas populares, encontramos ya algunas casonas de prestancia, así como un
pequeño hotelito de dos estrellas, ubicado en un edificio restaurado del siglo
XVII, que ha adoptado el mismo nombre que la calzada (Hotel San Telmo) y
que gestiona eficazmente Richard, un alemán que se desvive por sus huéspedes.
La vía desemboca en la plaza de Santo Domingo, rehabilitada también
hace pocos años, y sobre la que se levanta el que fue convento de San Miguel de las Victorias. Este cenobio
dominico fue fundado por fray Domingo de Mendoza en 1530, el tercero de la
Orden de Predicadores en Canarias. Durante mucho tiempo fue uno de los más
importantes conventos de las islas y desde los años sesenta del pasado siglo se
estableció allí el primer Instituto de Santa Cruz de La Palma, creado en 1932,
hoy bajo la denominación de su impulsor y artífice, el diputado republicano
Alonso Pérez Díaz. En la iglesia del convento, la actual de Santo Domingo,
podemos disfrutar de seis tablas flamencas que componían el viejo retablo,
atribuidas a Pierre Pourbus el Viejo, de una excelente Santa Cena, firmada por
Ambrosius Francken, o de un soberbio retablo barroco de columnas salomónicas.
De la estatuaria que custodia, deben mencionarse por su alto valor artístico un
San Francisco Javier, atribuido al círculo de Pedro Roldán, y dos de la mejores
obras del imaginero orotavense Fernando Estévez del Sacramento, un Nazareno y
una Dolorosa, esta conocida como La Magna, que procesionan todos
los años durante la Semana Santa en la popular procesión del “Punto en la
Plaza” del Miércoles Santo. Junto a la puerta del centro, se ha abierto al
público recientemente la capilla del
Cristo de la Portería, donde se puede contemplar una pintura mural al
temple del legendario Cristo homónimo, del siglo XVI, que resulta la más
antigua devoción al Cristo Crucificado en la isla.
Después de observar algunos inmuebles en el contorno de la plaza, de
desigual interés, como la casona ecléctica de la Delegación del Colegio de Arquitectos, la nueva construcción del
recién inaugurado Museo de Arte
Contemporáneo (hoy de visita obligada) o el edificio de las Escuelas
Municipales, antiguo colegio Sector Sur o Pérez Andreu, podemos detenernos en
las terrazas del restaurante Cinnamon o de la taberna-pizzería
Rincón del Enano, establecimientos que han animado considerablemente
la zona, con buenos platos y un servicio impecable. Si vamos con tiempo, en el
restaurante del grancanario Serafín Romero podemos degustar exquisitos platos
elaborados con productos palmeros de primera calidad, reutilizados y combinados
con innovación y tiento. Si vamos con prisa, la tasca que nos recuerda el
número emblemático de las Fiestas lustrales de la Bajada de la Virgen (Los
Enanos) nos puede ofrecer un rápido y sabroso picoteo, que nos permitirá afrontar
sin desmayo el último tramo de nuestro paseo.
Bajando la escalinata de la plaza de Santo
Domingo, nos damos de bruces, sin apenas solución de continuidad, con otro
inmueble rehabilitado, el Teatro Circo de Marte, sobre la calle de
la Virgen de la Luz. Reinaugurado hace pocos años, después de más de veinte de
permanecer cerrado por la desidia pública (declarado bien de interés cultural
en 1997), el Teatro Circo de Marte se construyó en 1871, aunque inicialmente fue
concebido como recinto para las peleas de gallos. Luego, una vez transformado,
ha tenido un uso polivalente, celebrándose en él los tradicionales bailes de
salón de la sociedad capitalina, espectáculos circenses, la popular Danza de
los Acróbatas de la Bajada de la Virgen, así como multitud de representaciones
teatrales y de danza y, en sus años postreros antes de su rehabilitación, de
proyecciones cinematográficas. En la actualidad mantiene una aceptable
programación, como primer referente cultural de la ciudad.
Muy cerca del teatro, una pequeña cuesta nos acerca a la ermita de San Sebastián, que ya existía
en 1535, en pleno barrio de La Canela, que preside otro precioso rincón urbano
del municipio. Reconstruida poco después, la ermita fue reedificada a finales del siglo
XIX. De su patrimonio sobresalen las esculturas de San Sebastián y Santa
Catalina Mártir, ambas de origen flamenco. Bajando la calle homónima,
rebautizada de Pedro Pérez Díaz durante la II República, podemos visitar el
club de ajedrez Cajacanarias, antes de llegar a la Sociedad Cosmológica, ya con
entrada por la calle de Wandewalle. Curiosamente en la calle de San Sebastián
se encuentra una de las casas que tiene en La Palma el ilustre hijo de esta
isla, prestigioso diseñador de zapatos de fama mundial, Manolo Blahnik.
La Real Sociedad Cosmológica fue
fundada en 1881 por la intelectualidad palmera de la época como museo de
historia natural y antigüedades aborígenes y desde 2013 ostenta el título de
Real. En la actualidad, los fondos de la antigua sociedad se encuentran en el
Museo Insular de San Francisco, y su principal patrimonio es la Biblioteca Cervantes, creada en 1905
(funciona como biblioteca pública), y que, aparte de los más de veinticinco mil
volúmenes que guarda, atesora una rica hemeroteca (bautizada como de Juan Régulo Pérez) con la mejor colección de la
prensa palmera de finales del siglo XIX y primera mitad del XX, la más
prolífica ponderadamente de Canarias. En su sede se puede apreciar también la
primera imprenta que llegó a la isla en 1835. El edificio, de porte amplio
sobre las primeras casas de la plaza de España, resulta ser la antigua
alhóndiga o casa de pósitos de la capital. Hoy la sociedad intenta mantener viva
la llama de la cultura y de la investigación, pese a las penurias económicas
que soporta.
El itinerario finaliza en la trasera de la parroquia de El
Salvador y en la entrada alta de la plaza de España. Este acceso a
la plaza neurálgica de la ciudad permite apreciar una de las mejores
perspectivas del espectacular recinto renacentista que agrupa a la fachada
principal de la iglesia matriz, la torre fortaleza, la misma plaza y la estatua
del cura Díaz y el Ayuntamiento, además de casas de cierta alcurnia, como las
de Kábana o Lorenzo, la primera de las cuales alberga la sede capitalina del
centro asociado de la UNED en la isla. A los pies de la efigie del ilustre sacerdote palmero, nos sentamos para descansar y coger el resuello necesario para continuar descubriendo las bellezas menos mostradas de esta ciudad.
* El artículo primigenio fue publicado en la
revista Turismo y Cultura de Canarias, como adelanto en el
folleto FITUR 2009 y luego en el nº 3 (2010), y en este mismo blog el 1 de
febrero de 2009.
Una de las zonas más desconocidas de la capital de la isla es la que
comprende el entorno del que fue convento dominico de San Miguel de las
Victorias, hacia el sur de la ciudad, hoy revalorizado por las mejoras
efectuadas en las calles de San Telmo y Virgen de la Luz, y en varios inmuebles
de primer orden.
Nuestro paseo, siempre por calles empedradas o adoquinadas, se inicia en la
coqueta plazoleta de La Luz sobre el puerto de Santa Cruz de La
Palma. En ella se puede observar una de las mejores panorámicas del puerto
palmero, atracadero de excepción en tiempos de los Austrias, al configurarse
aquella como un balcón-risco sobre ese espacio, que se cierra con un muro
almenado. Preside la plazoleta la ermita de San Telmo, edificada
por los mareantes antes de 1551, y reconstruida entre 1675 y 1680 por su
Cofradía, fundada en 1591. Con una bella balconada en la fachada principal, su
retablo mayor, del siglo XVII, es obra de considerable interés, probablemente
del escultor Andrés del Rosario. De auténticas joyas podemos calificar el
galeón de San Telmo, una sin par representación de una nave procesional trasunto
de un galeón español del siglo XVII, y la imagen titular del templo, la Virgen
de la Luz, efigie del siglo XVIII atribuida a Juan Manuel de Silva.
Nos dirigimos, entonces, hacia el mentado exconvento dominico, bajando la
reacondicionada calle de San Telmo. Si queremos -y si además tenemos suerte-,
podemos hacer un primer descanso en el Centro Asturiano de La Palma,
un pequeño recinto regional donde se reúne la colonia astur de la isla y donde
se pueden probar los mejores platos del Principado, acompañados de un culín de
sidra, o bien disfrutar de la paz y el sosiego que imperan en la cercana plaza
de El Tanquito. En la calle de San Telmo, aparte de excelentes representaciones
de casas populares, encontramos ya algunas casonas de prestancia, así como un
pequeño hotelito de dos estrellas, ubicado en un edificio restaurado del siglo
XVII, que ha adoptado el mismo nombre que la calzada (Hotel San Telmo) y
que gestiona eficazmente Richard, un alemán que se desvive por sus huéspedes.
La vía desemboca en la plaza de Santo Domingo, rehabilitada también
hace pocos años, y sobre la que se levanta el que fue convento de San Miguel de las Victorias. Este cenobio
dominico fue fundado por fray Domingo de Mendoza en 1530, el tercero de la
Orden de Predicadores en Canarias. Durante mucho tiempo fue uno de los más
importantes conventos de las islas y desde los años sesenta del pasado siglo se
estableció allí el primer Instituto de Santa Cruz de La Palma, creado en 1932,
hoy bajo la denominación de su impulsor y artífice, el diputado republicano
Alonso Pérez Díaz. En la iglesia del convento, la actual de Santo Domingo,
podemos disfrutar de seis tablas flamencas que componían el viejo retablo,
atribuidas a Pierre Pourbus el Viejo, de una excelente Santa Cena, firmada por
Ambrosius Francken, o de un soberbio retablo barroco de columnas salomónicas.
De la estatuaria que custodia, deben mencionarse por su alto valor artístico un
San Francisco Javier, atribuido al círculo de Pedro Roldán, y dos de la mejores
obras del imaginero orotavense Fernando Estévez del Sacramento, un Nazareno y
una Dolorosa, esta conocida como La Magna, que procesionan todos
los años durante la Semana Santa en la popular procesión del “Punto en la
Plaza” del Miércoles Santo. Junto a la puerta del centro, se ha abierto al
público recientemente la capilla del
Cristo de la Portería, donde se puede contemplar una pintura mural al
temple del legendario Cristo homónimo, del siglo XVI, que resulta la más
antigua devoción al Cristo Crucificado en la isla.
Después de observar algunos inmuebles en el contorno de la plaza, de
desigual interés, como la casona ecléctica de la Delegación del Colegio de Arquitectos, la nueva construcción del
recién inaugurado Museo de Arte
Contemporáneo (hoy de visita obligada) o el edificio de las Escuelas
Municipales, antiguo colegio Sector Sur o Pérez Andreu, podemos detenernos en
las terrazas del restaurante Cinnamon o de la taberna-pizzería
Rincón del Enano, establecimientos que han animado considerablemente
la zona, con buenos platos y un servicio impecable. Si vamos con tiempo, en el
restaurante del grancanario Serafín Romero podemos degustar exquisitos platos
elaborados con productos palmeros de primera calidad, reutilizados y combinados
con innovación y tiento. Si vamos con prisa, la tasca que nos recuerda el
número emblemático de las Fiestas lustrales de la Bajada de la Virgen (Los
Enanos) nos puede ofrecer un rápido y sabroso picoteo, que nos permitirá afrontar
sin desmayo el último tramo de nuestro paseo.
Bajando la escalinata de la plaza de Santo
Domingo, nos damos de bruces, sin apenas solución de continuidad, con otro
inmueble rehabilitado, el Teatro Circo de Marte, sobre la calle de
la Virgen de la Luz. Reinaugurado hace pocos años, después de más de veinte de
permanecer cerrado por la desidia pública (declarado bien de interés cultural
en 1997), el Teatro Circo de Marte se construyó en 1871, aunque inicialmente fue
concebido como recinto para las peleas de gallos. Luego, una vez transformado,
ha tenido un uso polivalente, celebrándose en él los tradicionales bailes de
salón de la sociedad capitalina, espectáculos circenses, la popular Danza de
los Acróbatas de la Bajada de la Virgen, así como multitud de representaciones
teatrales y de danza y, en sus años postreros antes de su rehabilitación, de
proyecciones cinematográficas. En la actualidad mantiene una aceptable
programación, como primer referente cultural de la ciudad.
Muy cerca del teatro, una pequeña cuesta nos acerca a la ermita de San Sebastián, que ya existía
en 1535, en pleno barrio de La Canela, que preside otro precioso rincón urbano
del municipio. Reconstruida poco después, la ermita fue reedificada a finales del siglo
XIX. De su patrimonio sobresalen las esculturas de San Sebastián y Santa
Catalina Mártir, ambas de origen flamenco. Bajando la calle homónima,
rebautizada de Pedro Pérez Díaz durante la II República, podemos visitar el
club de ajedrez Cajacanarias, antes de llegar a la Sociedad Cosmológica, ya con
entrada por la calle de Wandewalle. Curiosamente en la calle de San Sebastián
se encuentra una de las casas que tiene en La Palma el ilustre hijo de esta
isla, prestigioso diseñador de zapatos de fama mundial, Manolo Blahnik.
La Real Sociedad Cosmológica fue
fundada en 1881 por la intelectualidad palmera de la época como museo de
historia natural y antigüedades aborígenes y desde 2013 ostenta el título de
Real. En la actualidad, los fondos de la antigua sociedad se encuentran en el
Museo Insular de San Francisco, y su principal patrimonio es la Biblioteca Cervantes, creada en 1905
(funciona como biblioteca pública), y que, aparte de los más de veinticinco mil
volúmenes que guarda, atesora una rica hemeroteca (bautizada como de Juan Régulo Pérez) con la mejor colección de la
prensa palmera de finales del siglo XIX y primera mitad del XX, la más
prolífica ponderadamente de Canarias. En su sede se puede apreciar también la
primera imprenta que llegó a la isla en 1835. El edificio, de porte amplio
sobre las primeras casas de la plaza de España, resulta ser la antigua
alhóndiga o casa de pósitos de la capital. Hoy la sociedad intenta mantener viva
la llama de la cultura y de la investigación, pese a las penurias económicas
que soporta.
El itinerario finaliza en la trasera de la parroquia de El
Salvador y en la entrada alta de la plaza de España. Este acceso a
la plaza neurálgica de la ciudad permite apreciar una de las mejores
perspectivas del espectacular recinto renacentista que agrupa a la fachada
principal de la iglesia matriz, la torre fortaleza, la misma plaza y la estatua
del cura Díaz y el Ayuntamiento, además de casas de cierta alcurnia, como las
de Kábana o Lorenzo, la primera de las cuales alberga la sede capitalina del
centro asociado de la UNED en la isla. A los pies de la efigie del ilustre sacerdote palmero, nos sentamos para descansar y coger el resuello necesario para continuar descubriendo las bellezas menos mostradas de esta ciudad.
* El artículo primigenio fue publicado en la
revista Turismo y Cultura de Canarias, como adelanto en el
folleto FITUR 2009 y luego en el nº 3 (2010), y en este mismo blog el 1 de
febrero de 2009.
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